Análisis de restos óseos recuperados en el Pozo de Vargas, Laboratorio de Antropología del EAAF, CABA.
Análisis de restos óseos recuperados en el Pozo de Vargas, Laboratorio de Antropología del EAAF, CABA.

El Pozo de Vargas

Corre el año 2002 y en Argentina el proceso de justicia por los crímenes de lesa humanidad está interrumpido desde hace una década y media, cuando fueron sancionadas las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. En Tucumán tiene lugar un hallazgo que marca un hito en las luchas por la verdad y la justicia en esa provincia y también en la reconstrucción histórica de las desapariciones forzadas. Luego de años de indagación, investigadores e integrantes del movimiento de derechos humanos confirman un antiguo rumor cuando encuentran la que hasta ahora es la mayor fosa clandestina del país: el Pozo de Vargas.

Localizada en la zona de Tafí Viejo, al noroeste de San Miguel de Tucumán, se trata de una construcción circular de tres metros de diámetro y 37 de profundidad. Ante el hallazgo, el poder judicial inicia una causa, en el marco del intersticio abierto por los Juicios de la Verdad. En 2004, el GIAAT (Grupo Interdisciplinario de Arqueología y Antropología de Tucumán) realiza las primeras pruebas que permiten determinar que allí hay restos humanos. En los años siguientes, luego de atravesar obstáculos presupuestarios, comienza una excavación arqueológica que requirió casi dos décadas de trabajo en el lugar, llevadas adelante en su mayor parte por el CAMIT (Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán).

La magnitud de lo que sucedió en el Pozo de Vargas significó un desafío enorme para las disciplinas científicas que participan del proceso de trabajo. La excavación requirió un diseño específico, que permitiera realizar una exhumación a entre 28 y 35 metros de profundidad, dentro de un túnel vertical.

La forma en la que fueron arrojados los cuerpos, la estructura interna del pozo y la humedad del ambiente, y las características de la excavación tuvieron como consecuencia que los restos óseos que se fueron levantando a lo largo de años de trabajo estuvieran mezclados y fragmentados: no se recuperaron esqueletos individualizables como suele ocurrir, en general, en las inhumaciones que se realizaron en los cementerios sino 38.000 restos óseos, junto con otras evidencias, como ropa y pequeños objetos. Además, no se encontró ningún registro documental que contuviera información sobre cuántas personas habían sido arrojadas o de dónde provenían. Esta situación supuso un trabajo complejo en extremo tanto para la antropología como para la genética.

A partir de 2011, el EAAF comenzó a recibir los restos y a darles tratamiento, primero con el fin de determinar cuántas personas habían sido inhumadas en el lugar. Pudo establecer en 149 el número mínimo de individuos a través de los perfiles genéticos y comenzar el proceso de identificación y de reagrupación intraesqueletal, es decir de volver a reunir todos los huesos que pertenecen a cada uno de los 121 hombres y 28 mujeres que fueron recuperados de la fosa común.

Muchas veces se usa la metáfora del rompecabezas para explicar la tarea de identificar a las personas encontradas, de volver a ligarlas con su identidad y con su historia. Para dimensionar el trabajo en el Pozo de Vargas hay que imaginar que el desafío consiste en armar 149 rompecabezas, que cada uno de ellos debe componer una figura semejante pero distinta y que para armarlos se tienen decenas de miles de piezas mezcladas, fragmentadas y deterioradas.

Hasta el momento, fue posible identificar a 120 personas que habían sido denunciadas como desaparecidas a partir de 1975. Muchas familias ya recibieron a sus madres, padres, hijos, hijas, hermanos que fueron recuperados del Pozo de Vargas. Otras aguardan los avances del trabajo de reasociación ósea. El EAAF sigue trabajando en la provincia de Tucumán para recoger muestras de sangre de familiares de personas desaparecidas con el fin de avanzar en las identificaciones pendientes para concluir el proceso.

Tucumán fue uno de los lugares del país más afectados por la represión, antes y después del golpe de marzo de 1976. También es una provincia en la que pudieron recuperarse los restos de una gran cantidad de personas, en buena medida gracias al hallazgo del Pozo de Vargas. Muchas otras aún no fueron encontradas, incluso cuando fueron secuestradas o estuvieron cautivas con quienes sí fueron hallados. Sus familias todavía las esperan.