40 años de búsqueda, recuperación e identificación de personas desaparecidas por el terrorismo de Estado en Argentina
La búsqueda de las personas detenidas-desaparecidas en la Argentina es un proceso histórico en el que participan numerosos actores de la sociedad civil y el Estado. Desde 1984, el Equipo Argentino de Antropología Forense realiza un aporte específico para localizar y recuperar cuerpos y restituir identidades. Esta web reúne los alcances de ese trabajo: dónde y cómo se ha encontrado a los desaparecidos, cuántos fueron identificados y cuáles son aún las incógnitas. El hallazgo, la identificación y la restitución permiten dilucidar cada una de las desapariciones forzadas, dar respuestas a las familias, reconstruir la verdad y aportar evidencia forense a la búsqueda de justicia.
A partir del golpe militar del 24 de marzo de 1976, el Estado argentino implementó un plan sistemático de represión política. Su antecedente más cercano fue el Operativo Independencia en la provincia de Tucumán, desde febrero de 1975, ordenado por un gobierno constitucional. Más atrás en el tiempo, la masacre de Trelew, en 1972, es reconocida como un precedente.
Una característica central del plan represivo fue la clandestinidad. La persecución de los hombres y mujeres que eran identificados como enemigos del Estado se organizó en un dispositivo que comenzaba con el secuestro, continuaba con la tortura y el sometimiento a condiciones inhumanas de vida en los centros clandestinos de detención y, en una gran proporción de los casos, culminaba con la muerte. En ciertas ocasiones, las personas eran asesinadas por operativos de las Fuerzas Armadas o de seguridad, sin ser secuestradas vivas. En su mayor parte, los cuerpos no eran entregados a sus familiares sino ocultados. Tampoco se daban a conocer listas oficiales de quienes estaban privados de la libertad. Esto produjo el fenómeno de la desaparición forzada, otra de las características distintivas de lo ocurrido en la Argentina entre 1974 y 1983.
Hasta el momento, se conocen tres formas principales de disposición final de los cuerpos de las víctimas.
En muchos lugares del país, los cadáveres eran abandonados en calles, caminos, descampados o a la vera de rutas sin documentos identificatorios. De allí eran recogidos por personal policial e ingresados en un circuito legal: se tomaban huellas dactilares, se hacían autopsias y se disponía la inhumación como NN (sin nombre) en cementerios municipales. En muchas ocasiones, estos cuerpos estaban quemados o mutilados. En este trayecto, algunas personas fueron identificadas, pero la entrega de esos cuerpos a sus familias fue poco frecuente.
Algunos centros clandestinos de detención –como El Olimpo y los que funcionaron en la Escuela de Mecánica de la Armada y Campo de Mayo– utilizaron aeronaves: las y los detenidos eran subidos sedados y arrojados al Río de la Plata o al océano Atlántico. Esta práctica es conocida como vuelos de la muerte. Solo una porción muy pequeña de estas personas fue arrastrada por el agua hacia costas y playas uruguayas y argentinas; al menos una parte de estos cuerpos fueron recogidos e ingresados en el mismo circuito institucional que los de quienes eran encontrados en la vía pública.
Otros núcleos represivos ocultaron los cuerpos de sus víctimas en fosas clandestinas, ya sea dentro de predios militares y policiales como en zonas cercanas. En muchos casos, los cuerpos además eran quemados en estructuras de combustión creadas con ese fin. Algunos campos de concentración optaron por métodos más particulares de desaparición. Por ejemplo, en el centro clandestino conocido como Automotores Orletti, gestionado por la Secretaría de Inteligencia del Estado, hubo víctimas que fueron dispuestas en tambores de doscientos litros rellenados con cemento y arrojados al río Luján.
El gobierno militar también implementó un plan sistemático de apropiación de niñas y niños, que tuvo como consecuencia la desaparición de personas vivas que aún son buscadas por sus familias y por las Abuelas de Plaza de Mayo.
El reclamo frente a las desapariciones comenzó mientras la represión aún estaba en curso. Entre 1976 y 1978, los organismos de derechos humanos elaboraron las primeras listas de personas ausentes. Gracias al testimonio de sobrevivientes y a las investigaciones de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, entre muchos otros, antes de que la dictadura terminara ya había conocimiento sobre los centros clandestinos de detención, la inhumación en los cementerios de personas como NN y la práctica de arrojar a los secuestrados a grandes espejos de agua, que luego sería denominada los vuelos de la muerte. Durante 1984, la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) recopiló la información, la organizó y profundizó.
Al finalizar la dictadura, se abrieron causas judiciales a partir de las denuncias sobre lo sucedido en muchos cementerios. En el marco de estos expedientes se realizaron exhumaciones sin método científico: las sepulturas fueron removidas y los restos óseos, mezclados, dañados y no registrados adecuadamente como evidencia. En muchos casos, los conjuntos de huesos fueron conservados aunque de manera desordenada; en otros, fueron trasladados a los osarios de los cementerios, de donde no pudieron ser recuperados. En general, estas exhumaciones no conducían a identificar personas.
Por iniciativa de las Abuelas de Plaza de Mayo, que buscaban apoyo científico para recuperar a sus nietos y nietas, el antropólogo forense Clyde Snow llegó a la Argentina para participar en las exhumaciones. A partir de su convocatoria un grupo de estudiantes de antropología comenzó a trabajar con él. Poco tiempo después, en 1984, fundaron el Equipo Argentino de Antropología Forense. Las familias, los organismos y la justicia acudieron al Equipo para llevar adelante el trabajo forense. El desarrollo de una antropología forense local permitió que las exhumaciones empezaran a realizarse de manera científica, con métodos y técnicas propios de la arqueología, y que los restos fueran analizados con las metodologías de la antropología biológica.
En la década del ochenta, las posibilidades de identificación eran limitadas: en pocos casos los esqueletos recuperados tenían rasgos identificatorios –marcas de una patología o registros dentales, por ejemplo– o estaban acompañados de suficientes elementos de contexto como para dar lugar a una identificación con el grado de certeza requerida. Faltaban varios años para que la identificación a través de la genética forense fuera posible. Aun así, algunas se lograron.
Cómo buscar
Desde los primeros momentos, el EAAF trabajó con la documentación producida por las burocracias estatales. En 1985, inició el análisis de los libros de los cementerios que registraron los enterramientos NN y permitían recuperar datos valiosos: la fecha de la inhumación, el sexo, la edad estimada, dónde había sido hallado cada cuerpo y que fuerza armada o de seguridad había intervenido. La investigación documental creció durante los años siguientes recuperando y sistematizando numerosos registros: actas de defunción, archivos policiales, legajos de la policía científica, registros de huellas dactilares, expedientes judiciales, entre otros. Estos registros documentan la aparición de cadáveres –en calles, caminos, playas– y su pasaje por dependencias como morgues y cementerios.
En paralelo, a través de entrevistas con sobrevivientes, familiares y compañeros de militancia de las y los desaparecidos, y desde la perspectiva de la antropología social, se fue recabando la mayor cantidad de información posible sobre cada uno de ellos. Los periódicos de la época, donde con frecuencia se publicaban noticias sobre operativos represivos y apariciones de cuerpos, permitieron sumar detalles a la reconstrucción de los hechos. Este acervo es clave tanto para construir hipótesis de identidad de las personas encontradas como para profundizar la investigación sobre posibles lugares de inhumación.
Toda esta información es indispensable. Por un lado, permite continuar investigando la identidad cuando la confrontación masiva de datos genéticos no arroja resultados positivos. Al mismo tiempo, el proceso de identificación no se limita a ofrecer una certeza genética: busca reconstruir qué le pasó a cada persona desde el momento de su secuestro. Por eso, todo dato que contribuya a reconstruir historias y develar identidades es valioso.
Dónde buscar
Todas las acciones del EAAF para la búsqueda de personas se llevan adelante en articulación con el Poder Judicial y el Ministerio Público Fiscal. Desde 1984, se realizaron actividades de investigación, prospección y excavación en la mayoría de las provincias argentinas, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en Uruguay y Paraguay. Hasta el momento, en 91 de estos lugares se produjeron hallazgos.
Los sitios donde se despliegan estas acciones pueden dividirse en tres grandes conjuntos:
VER MAPA DE LUGARES DE HALLAZGO
Identificar es un proceso
Una vez que se detecta un posible lugar de inhumación, el EAAF realiza excavaciones arqueológicas para recuperar restos óseos y evidencias que permitan reconstruir las circunstancias y el contexto de inhumación, como material balístico, vestimenta y objetos personales. Los restos óseos son acondicionados y analizados en el Laboratorio de Antropología, donde son resguardados. El análisis antropológico permite construir un perfil biológico, es decir: determinar el sexo; estimar la edad y la estatura; analizar las características odontológicas, las patologías y lesiones óseas anteriores al fallecimiento y, en algunas oportunidades, brindar información sobre la causa de muerte.
Con cierta frecuencia, los restos óseos recuperados se encuentran mezclados, ya sea por el modo en el que fueron ocultados, ya sea por prácticas de manipulación inadecuadas cuando se realizaron exhumaciones no científicas. En estos casos, el Laboratorio de Antropología realiza tareas de reasociación esqueletal, de distintos niveles de complejidad. Toda esta información es parte del proceso de identificación, es valiosa para la reconstrucción de la verdad y es aportada a las causas judiciales en las que se investigan y juzgan los hechos.
De los restos óseos se toman pequeños fragmentos, muestras que se procesan en el Laboratorio de Genética Forense. Allí, se codifica el ADN y se lo integra a un banco de datos forense. El estado de preservación de los huesos recuperados condiciona las posibilidades de obtener material genético comparable. Por ejemplo: aunque ha habido avances científicos relevantes, la práctica de quemar los cadáveres continúa dificultando la extracción de ADN hasta nuestros días.
El material genético obtenido de los restos encontrados es comparado con los datos genéticos que son aportados por familiares de las personas desaparecidas. Estas muestras se obtienen a partir de la donación de una gota de sangre que se puede realizar tanto en la Argentina como en el exterior, a través de una alianza entre el EAAF y el Estado argentino, la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas, creada en 2007.
En paralelo a la genética forense, se despliega otro proceso de identificación que parte de investigar y sistematizar la documentación producida por las burocracias estatales durante la dictadura, como actas de defunción, autopsias, prontuarios, causas judiciales y archivos de Inteligencia, entre otros registros.
La clave de este proceso son las huellas dactilares. En muchos casos, las autoridades policiales y judiciales tomaban impresiones digitales de los cadáveres que recogían de la vía pública. Desde los años noventa, el EAAF trabaja en la recopilación y codificación de esos registros y los compara con las huellas digitales de las personas denunciadas como desaparecidas. La documentación oficial producida durante la época de los hechos permite brindar certeza sobre la muerte y establecer la fecha y el lugar de la aparición del cuerpo. En ocasiones, también es posible localizar, identificar y restituir los restos óseos. En otras, no.
Todas las acciones descriptas en esta sección se realizan en simultáneo y se retroalimentan. A lo largo de los años el EAAF ha ido fortaleciendo los métodos científicos que permiten la comparación genética masiva, el mejoramiento de perfiles genéticos en muestras altamente degradadas y el procesamiento de datos para la investigación histórica. Al mismo tiempo, se continúan incorporando nuevas herramientas tecnológicas para la búsqueda de lugares clandestinos de inhumación.
El trabajo del EAAF permitió encontrar restos de personas desaparecidas entre 1974 y 1982 en cementerios municipales, excentros clandestinos de detención (CCD) y lugares públicos, como terrenos descampados. Otros hallazgos se produjeron en los registros documentales del momento de los hechos. Sin embargo, este conjunto de casos representa un porcentaje menor del total de las personas denunciadas como desaparecidas.
El conocimiento sobre el método represivo construido hasta el momento permite estimar que una porción importante de quienes permanecen desaparecidos fueron víctimas de los vuelos de la muerte, una práctica de la que se han encontrado pocos registros burocráticos. En otros casos, respecto a centros clandestinos de detención que no disponían de aeronaves, se continúan construyendo hipótesis sobre posibles lugares de destino final.
Entre las personas encontradas fallecidas, una parte significativa pudo ser identificada. En la mayoría de los casos sus restos pudieron ser analizados y restituidos a sus familiares. En otros, el hallazgo fue documental, la identificación se realizó a través del cotejo de las huellas dactilares pero el cuerpo no pudo ser recuperado. Muchísimas identidades aún no fueron develadas.
A lo largo de cuatro décadas de trabajo, en Uruguay, Paraguay, dieciséis provincias argentinas y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fueron localizados y recuperados restos óseos que la investigación histórica permite relacionar con delitos de lesa humanidad cometidos por el terrorismo de Estado argentino. En una porción muy significativa, se ha logrado la identificación de personas que habían sido denunciadas como desaparecidas. En paralelo, también fueron identificadas víctimas de la represión en la documentación oficial cuyos cuerpos no pudieron recuperarse, en general debido a la práctica administrativa de trasladar los restos óseos al osario de los cementerios.
Fuente: EAAF, 2025. Los datos corresponden a hallazgos en Argentina, Uruguay y Paraguay.
La identificación a través de la genética o de las huellas dactilares permite reunir a un cuerpo con su identidad. A partir de ese momento, también es posible recuperar información sobre cada persona que a su vez permite ampliar el conocimiento sobre el conjunto de las víctimas de desaparición forzada. Esta visualización muestra algunas de las características de quienes fueron encontrados e identificados.
Distribución por sexo
Sobre el total de personas identificadas se contabilizan 243 mujeres, que representan el 29% de los casos, y 595 hombres, que representan el 71%.
Distribución por edad
El análisis por edad de las personas identificadas confirma que la mayoría corresponde a adultos jóvenes, especialmente a los rangos de edad que van entre los 20 y los 24 años y entre los 25 y los 29 años inclusive, que en conjunto concentran el 61,7% de las víctimas.
Año de desaparición
Este gráfico permite ver que el mayor porcentaje de las personas identificadas por el EAAF desaparecieron en 1976 y 1977, en coincidencia con los años en los que hay mayor cantidad de personas que fueron denunciadas como desaparecidas.
Causas de muerte
En todos los casos, las causas de muerte fueron determinadas por médicos forenses. En los casos de identificación con cuerpo, la causa de muerte fue determinada a partir del análisis de los restos óseos. En los casos de identificación sin cuerpo (por huellas dactilares), la causa de muerte es la que figura en los expedientes de las dependencias policiales y judiciales.
Año de identificación
Las primeras identificaciones del EAAF fueron posibles por registros dentales y el análisis de características muy particulares (como fracturas u operaciones) detectables en los huesos. Posteriormente se iniciaron las identificaciones a través de las huellas dactilares. A partir de principios de los 90, comenzaron los primeros análisis de ADN, aunque de forma acotada. A partir de los años dos mil fue posible utilizar el ADN con más frecuencia, con cruces masivos de perfiles. Desde 2006 el Equipo cuenta con un laboratorio de genética forense propio.
Fuente: procesamiento del EAAF en base a datos propios, marzo de 2025.
El despliegue geográfico de la represión, su articulación regional en el Plan Cóndor y la práctica de arrojar a los detenidos-desaparecidos al Río de la Plata o al oceáno Atlántico implican que la búsqueda de las personas desaparecidas debe desplegarse territorialmente en una zona de gran amplitud.
Este gráfico muestra la cantidad de personas desaparecidas encontradas en Uruguay, Paraguay, las provincias argentinas y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) relacionadas con crímenes de lesa humanidad, y los porcentajes de identificación. El volumen de las personas halladas no siempre es indicativo de la magnitud de la represión en cada lugar: por ejemplo, la CABA concentra una cantidad muy importante de las denuncias de desaparición pero tiene una proporción menor de hallazgos respecto a provincias con menor cantidad de denuncias.
Fuente: procesamiento del EAAF en base a datos propios, marzo de 2025.
Desde 1984, el EAAF investigó más de cien lugares en los que testimonios de sobrevivientes, vecinos, trabajadores de ámbitos como morgues y cementerios e integrantes de la estructura represiva señalaron como posibles sitios de inhumación. Otras hipótesis se construyeron con base en la investigación de fuentes documentales, por ejemplo a partir del análisis de causas judiciales iniciadas en el momento de los hechos frente al hallazgo de cadáveres en calles, terrenos descampados o costas. En algunos casos, como cuando se trata de predios donde funcionaron centros clandestinos de detención, las investigaciones se desplegaron a lo largo de varios años, antes de dar con las localizaciones precisas.
Este mapa muestra los 91 sitios en los que fueron encontrados y recuperados restos óseos cuya relación con crímenes de lesa humanidad debe ser investigada. También incluye a los cementerios que la documentación de la época dictatorial muestra que fueron utilizados como lugar de inhumación de víctimas de la represión pero donde las exhumaciones no fueron posibles por la práctica de trasladar los restos óseos al osario.
Al posicionar el cursor sobre cada lugar, es posible acceder a una ficha que reúne los datos sobre la cantidad de personas encontradas en cada sitio y si pudieron ser identificadas.
Fuente: procesamiento del EAAF en base a datos propios, marzo de 2025.
Cada uno de los sitios donde fueron encontradas personas desaparecidas tiene sus propias características. Algunos son predios donde funcionaron centros clandestinos de detención en los que fueron encontradas fosas, también clandestinas, de diversa magnitud. Otros son cementerios, utilizados como lugar de inhumación de personas sin identidad, que presentan características particulares, relacionadas, por ejemplo, con si fueron objeto de exhumaciones no científicas, la calidad de los registros, el volumen de las inhumaciones, entre otras variables. En ciertas oportunidades, los hallazgos ocurrieron de manera casual, en ámbitos en los que no había una búsqueda previamente organizada. En suma, cada sitio de hallazgo tiene una historia particular que compone una historia mayor.
En esta sección es posible acceder a información sobre cada uno de los lugares en donde el EAAF ha podido localizar a posibles víctimas de la represión, en qué momento y cuántas pudieron ser identificadas.
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